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Mostrando entradas de agosto, 2018

Tres veces toc toc

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Tenía muchas ganas de increpar a aquel muchacho que venía del interior, pararlo y decirle "¿qué pasa, campeón? Ya me golpeaste tres veces la puerta; realmente no sé cómo abrirte, mandame una señal de humo, un mapa, un e-mail con instrucciones, algo, porque no estoy entendiendo". Por supuesto que era yo quien había puesto el candado que, a esas alturas, parecía estar bien oxidado. Descifrar el laberinto y abrir el candado para volver a casa, por como venía la mano, se había convertido en una odisea al mejor estilo  Harry Potter o  El Señor de los Anillos, pero con la particularidad de que Harry debía de luchar solo contra Voldemort, desde el primer tomo, sin Hermione, sin Ron; y Frodo, llegar a Mordor, arrojar el anillo y salvar la Tierra Media, sin la ayuda de Sam, Gandalf, Aragorn y companía. Sí, una aventura hermosa.  Un mago blanco, o un niño mago me habría venido muy bien. Aunque probablemente ni con magia lograría completar el puzzle. Un puzzle de 127.329 piezas

Experiencia número 2

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A partir de mi segunda vez a la quinta dimensión (pongámosle un nombre new age ) empecé a sospechar, a barajar la posibilidad de que alguien o algo me estaba llamando desde adentro, desde lo más profundo de mi interior, alguien que me decía, con voz seria y bien marcada: "Juan, quiero salir, dejame salir, fue suficiente". Era palpable observar allí una lucha entre dos fuerzas, mi ego versus mi yo real, la mente versus mi escencia. Yo solo quería saber cuál de las dos terminaría expresándose, llevándose la mejor parte de mí, o la peor. Porque sí, porque podía haber ocurrido que el anterior suceso fuese tan solo, quizás, algo pasajero, una ocurrencia agradable, algo que sucede, una casualidad, y nada más; pero no, ahí estaba otra vez, sucediendo: la intensidad, la plenitud, la energía, yo en la totalidad,  reconociéndome en todo.  Sí, lo de siempre. Lo normal. Expansión. Así, como el chicle, solo que esta vez no tenía idea si el chicle se había estirado, expandido cent

Lo aprendido, y lo aprehendido

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Después de aquella experiencia, de haber conocido la plenitud, me fue imposible volver atrás; mi consciencia, la manera que tenía de percibir, de ver la realidad, se había transformado, expandido. Podría afirmar, sin temor a errarle, que nuestra consciencia es como un jugoso y enorme chicle, y como tal, puede expandirse, estirarse, desde centímetros, metros, millas, a kilómetros cuadrados. Cuanto más se expande el chicle, más integrados a la naturaleza estamos, y cuanto más integrados a la naturaleza estamos, mayor es el goce, mayor es la plenitud, mayor es la intensidad. Intento hacer el ejercicio de imaginarme cuánta intensidad, magnitud y poder guarda en sí mismo el océano, y se me desborda la mente de pensarlo, y en seguida me viene a la memoria el niño que veía por primera vez el océano y le dice a su papá "Pa, ¿me ayudás a mirar? Es que me pierdo". Teniendo claro esto, poco a poco comencé a entender el funcionamiento de mi mente, a conocerme, a estar más atento; em

Experiencia número 1

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Es un hecho, casi una obviedad, las experiencias más intensas de la vida son las que más recordamos, aquellos sucesos que permanecen a pesar del trajín de los años y que quedan en la memoria de nuestras retinas, registrados, archivados, marcados para siempre. La huella es tan fuerte y el recuerdo es tan vívido y real que podemos recordar casi todos los detalles como si fuese ayer: la fecha, el lugar, lo que ocurrió antes, durante y después del suceso puntual. En mi caso, la fecha, entre otros detalles, no la recuerdo. Solo sé que aquella dimensión a la que fui arrastrado, empujado, absorbido, succionado, era un espacio sin tiempo, un lugar donde todo ocurría, (y aún ocurre), el presente dentro del presente mismo, un sitio donde se tiene consciencia de la propia consciencia. Era primavera (¿o verano?), no me acuerdo, solo tengo registro de que tenía puesto una remera de manga corta y hacía calor; eran como las 11 de la mañana e iba en bus, en la línea 104, camino hacia la facultad. Pa

¿Alguna vez... ?

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¿Alguna vez sentiste, al menos por un instante, contener adentro tuyo el océano entero? ¿Sentir de repente y de manera espontánea que te atraviesa una enorme y poderosa fuerza desconocida por todo tu cuerpo, una corriente de energía, intensa, inmensa, impetuosa? ¿Una fuerza tan movilizadora y chocante, pero que a la vez te hace permanecer ahí, quieta, inmóvil, en el sitio donde estabas, sintiendo, teniendo plena consciencia de vos misma? Recuerdo tres experiencias que me sucedieron en distintas etapas de mi vida, tres experiencias donde fui absorbido por fuerzas extrañas que me han impedido, hasta el día de hoy, comprenderlas desde la lógica, desde lo racional. Experiencias que siguen siendo un misterio para mí, obras de arte en movimiento, instantes, pero cada vez que hago el intento de compartirlas con alguien se me hace imposible describirlas, hallarles sentido a través del lenguaje formal, de lo conceptual y lo tangible, de lo que es, de todo eso que existe y que tiene nombre, de