¿Alguna vez... ?

¿Alguna vez sentiste, al menos por un instante, contener adentro tuyo el océano entero? ¿Sentir de repente y de manera espontánea que te atraviesa una enorme y poderosa fuerza desconocida por todo tu cuerpo, una corriente de energía, intensa, inmensa, impetuosa? ¿Una fuerza tan movilizadora y chocante, pero que a la vez te hace permanecer ahí, quieta, inmóvil, en el sitio donde estabas, sintiendo, teniendo plena consciencia de vos misma?

Recuerdo tres experiencias que me sucedieron en distintas etapas de mi vida, tres experiencias donde fui absorbido por fuerzas extrañas que me han impedido, hasta el día de hoy, comprenderlas desde la lógica, desde lo racional. Experiencias que siguen siendo un misterio para mí, obras de arte en movimiento, instantes, pero cada vez que hago el intento de compartirlas con alguien se me hace imposible describirlas, hallarles sentido a través del lenguaje formal, de lo conceptual y lo tangible, de lo que es, de todo eso que existe y que tiene nombre, de lo que es de tal o cual forma.

Las tres experiencias me marcaron a fuego, por la intensidad y el impacto, por supuesto, pero sobre todo por lo que representaron para mi desarrollo interior y para la construcción de mí mismo, para mi proceso de individualización y la percepción real de las cosas. Ellas me invitaron a dudar de lo que creía, veía y sentía hasta ese momento. Mi dura y densa estructura de pensamientos y el sistema de creencias que tenía en ese entonces se desvanecieron de la nada, como un castillo de naipes, el cual se construye a través de los años a puro tesón, capa a capa y piso a piso a fuerza de orgullo y determinación... pero que de repente y sin previo aviso: BOOM, caput, game over, goodbye old age. Hundido en un instante. Así, en un instante demolí el gran castillo, la gran fortaleza que creía impenetrable, intraspasable.

Muchas dudas, muchas preguntas, cero respuestas; la liana de la que me estaba agarrando para no caerme se hizo humo, ya no podía sujetarme a nada. A nada. Las teorías, los conceptos, las formas y todos los ismos a los que me aferraba con fuerza se esfumaron como se esfuman las cenizas en una ráfaga repentina de viento. (A ver si podés volver a juntar ese mismo montoncito de cenizas y dejarlas en el mismo lugar, tal cual estaban). Si antes creía que sabía algo, ahora por lo menos estaba seguro de una cosa: no sabía absolutamente nada. La pregunta, o más bien, el razonamiento más recurrente que empecé a hacerme después de la primera experiencia fue: Ok, esto fue real, tal vez lo más real que me pasó en la vida, Ok, muy bien, entonces, si esto fue lo más real y nítido de mi existencia, ¿significa que lo otro fue irreal?, y si es así, ¿cuál es nuestra verdadera naturaleza? ¿Es esta, o es la otra? ¿O son ambas, integradas?

Una de mis citas favoritas dice "¿A dónde vamos? Siempre a casa". Es maravilloso, porque yo había vuelto a casa, al menos por unos instantes. Al hogar, al útero materno, a la totalidad, al sí mismo, me reconocí, reconocí mi hogar, el Jardín del Edén, el Paraíso, Santa María, El País del Nuncajamás, Rivendel. Tenía una certeza, tenía que regresar a casa. Solo que no tenía idea cómo.




-Siempre a casa-










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