Experiencia número 3

La tercera revelación llegó a mí igual que las dos anteriores, sorpresivamente y sin avisar, aunque para mi pesar, fue la experiencia que menos duró en términos de tiempo (no llegaba a completar el minuto). Eso me llevó a entender, o a intuir, que mi terquedad, la falta de rebeldía y/o la resistencia de mi ego hacían que el regreso a casa se hiciese esperar. ¿O quizás era el miedo? Sí, probablemente era eso: miedo al éxtasis del ser, a la abundancia y a la plenitud; a algo grande, muy grande. 

En estos momentos pienso en la película de Michael Douglas, Un día de furia, y se me proyectan en la mente imágenes de personas que, de la nada y progresivamente, se empiezan a transformar, a llenarse de ira por dentro, como Hulk, o en este caso, como Michael Douglas. Como si agarrásemos un globo y comenzáramos a llenarlo de aire, a meterle presión, a jugar y explorar sus límites y su capacidad. Evidentemente, por cuestiones y leyes físicas, la explosión del globo es inminente.

Exactamente así funciona nuestra consciencia cuando quiere expresarse, expandirse, liberarse, y no la dejamos. La frustración, la depresión, la angustia y todos sus derivados no son más que expresiones inconscientes que habitan en nosotros mismos, y cuya única función es alertarnos, comunicarnos a los gritos y desesperadamente que debajo de todas esas emociones y pensamientos oscuros existe un lugar tan pero tan hermoso que ni la mente sería capaz de imaginar.

Lamentablemente la mayoría de las veces no escuchamos ese toc toc, o mejor dicho sí, lo escuchamos, pero ni siquiera nos arrimamos a la ventana para ver quién es, como si se tratase de un desconocido. 

-Pero por supuesto, Juan, nadie le abre la puerta a un desconocido, aunque seamos nosotros mismos-

Una bella y enorme paradoja: "ni a nosotros mismos". La depresión, como decía Jung, es una dama vestida de negro que no desea más que sentarse en la mesa, como una comensal, para contarnos algo, una verdad, la verdad acerca de nuestro dolor. 

-Disculpá, ¿qué dijiste? ¿Abrirle la puerta a una señora desconocida vestida de negro, en estos días? ¿Vos estás bien, Juan? Qué locura-

Recuerdo que aquel día había sido realmente un día de furia, de impotencia, de molestias intensas, de irascibilidad inquietante. No recuerdo haber tenido un día de tanta angustia como ese. La mente se había apoderado completamente de mí, y me dolía. Decidí, sin muchas esperanzas, bajar hasta la playa a caminar, a meditar, a tratar de despejarme e intentar equilibrar las emociones que iban, venían y subían como si nada. Contemplar las olas, el agua y su movimiento siempre me ayudaba a dispersar los pensamientos, a aclararlos, pero ese día no, nada me hacía bien, nada me calmaba. Estaba verdaderamente molesto. Era como si Venom, uno de los villanos más oscuros del comic de El Hombre Araña, hubiese entrado en mí anulando por completo mi voluntad e inyectándome su veneno en forma de pensamientos destructores. 

Me senté en la arena, cerré los ojos y me dispuse a respirar profundamente, muchas veces, pero en vano, en mi cabeza no cambiaba nada. Me fui a mi casa. Me acosté con la fe y la ilusión de que si me dormía todo iba a pasar y al otro día me despertaría en paz. Pero no, nada, imposible dormir, descansar. La mente seguía dándome ponchazos, como nunca antes, y cada vez más rápido, más fuerte. Pensamientos oscuros, crueles, contra el mundo y contra mí mismo; llanto, bronca, impotencia. Eran misiles que apuntaban y tiraban a matar, sin piedad. Había perdido totalmente el control.

Como casi siempre ocurría, en situaciones de estrés o en ambientes desconocidos que me invitaban a desafíos prácticos, los cuales consideraba hostiles (debido a mi escazo o nulo desarrollo emocional), optaba siempre por la herramienta, el arma que más sabía utilizar, aquella con la que me sentía seguro: el pensamiento. Y aquella noche la agarré con todas mis fuerzas. 

El estrés generado por mi mente era cansador, incesante. Y entonces pensé, reflexioné y analicé sobre lo que estaba ocurriendo. El real significado de todos esos pensamientos, su sentido, por qué no podía frenarlo y sobre todo, por qué estaba siendo tan duro conmigo mismo.

Pensé, pensé y pensé. Y después de pensar, volví a pensar. Estaba completamente desbordado. Hasta que por fin llegué a una pregunta concreta, o más bien, a una conclusión, una certeza, una verdad. "La" verdad.

Con todas mis ganas y mi convencimiento me dije a mí mismo

-¡BASTA! ESTO NO ES REAL, ESTO ES PRODUCTO DE MI MEN... -

Boom, no había terminado de pronunciar la última sílaba cuando Venom, el villano más cruel y perverso se desprendía de mi cuerpo, y yo era reemplazado, arrastrado nuevamente por esa energía divina e intensa a la que extrañaba tanto. 

Y lo entendí. 

Pensamientos/emociones = ilusiones mentales

Era simple. Solo tuve que convencerme a mí mismo de que toda esa hostilidad y perversión que me estaba generando, pensamiento tras pensamiento, era una gran ilusión, y debajo de aquel holograma tan bien programado se encontraba mi propio ser, mi esencia, mi hogar, mi verdadera naturaleza. En aquel instante dejé de identificarme con todo lo que producía mi mente, las emociones, los pensamientos y las reacciones posteriores, ira, rabia, angustia. Había logrado permanecer en el presente, y ya no existía la angustia del pasado ni la ansiedad del futuro. Las voces que venían del interior se callaron. Y todo era paz.

Estoy convencido de que si en lugar de identificarnos con lo que hay afuera y aceptáramos, en un cien porciento, la responsabilidad de nuestros actos, pensamientos y emociones, dejando atrás la culpa, el rencor y todas sus sucursales que generan separación, división, terminaríamos reconociendo nuestra naturaleza, la abundancia, y la Tierra se convertiría en un paraíso. 

¿Y quién no quiere vivir en el paraíso?





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